lunes, 23 de mayo de 2011

una breve reflexión sobre el movimiento de indignados

Existía un justificado temor antes de que se iniciara esta oleada de manifestaciones-reuniones-asambleas (cada uno que lo llame como pueda) en las plazas: el temor a que todo esto se quedara una vez más en un mero arrebato, en un fugaz grito que poco a poco se fuera apagando hasta disoverse en nuestras rutinas. Justificado en la medida en que, si me apuran, no sería sino un reflejo de nuestras sociedades, donde cualquier conato de indignación se vuelve excesivamente pasajero, apenas nace se ve amortiguado por esa falacia gomaespumosa de la prosperidad.

Así, en aras de salvaguardar el sistema que nos ha deparado tal nivel de desarrollo, de bienestar material, uno asiste impotentemente a un progresivo recorte de derechos. En la agenda de todos los gobiernos-marioneta de los países europeos figuran los recortes salariales, el aumento de la edad de jubilación, restricciones en la libre circulación de personas, se habla de la sobrecarga del Estado, de la inviabilidad del sistema de seguridad social vigente, se recapitalizan las entidades bancarias como único modo de reactivar la economía, etc.

Nuestras autoridades políticas toleran impunemente despidos masivos, el vertiginoso aumento de desempleados, que se desahucie a familias enteras incapaces de hacer frente a las deudas contraídas bajo tasas de interés astronómicas, un sinfín de contingencias resultantes de la deshumanización del sistema, de esa sarcástica paradoja en la que las personas dejan de ser tales y se convierten en dígitos.

Sin embargo, más allá de estas medidas coyunturales, lo que resulta evidente es el abismo existente entre los ciudadanos y quienes se arrogan el papel de sus representantes. La democracia ha sido usurpada, limitando la libertad de elección de cada uno de nosotros a escoger, como tan bellamente dijera Galeano, la salsa con que seremos devorados.

Las instituciones internacionales que controlan y perpetúan el sistema económico, léase la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Consejo Europeo, tan deficitarias en lo que a su funcionamiento democrático se refiere, imponen estrictos planes de ajuste a los gobiernos nacionales que se ven obligados a trasladar a sus electores bajo el disfraz de único modo posible de amainar los efectos de la crisis. 

La sociedad civil dejó atrás el ágora, las 'casas de café', los 'salons', las tertulias donde la opinión pública se iba forjando. Ésta se vio secuestrada por los grandes grupos mediáticos, siempre respetuosos con la línea editorial marcada por sus intereses inmediatos, hasta convertirse en un pomposo eufemismo.

Estos días miles de personas han dicho 'basta'. No pertencen a ningún partido político, no responden a una única ideología, ni a un determinado grupo de edad o profesión, a ninguna categoría concreta de la que los análisis sociológicos puedan servirse para simplificar la complejidad del movimiento. Tan sólo les une la desazón, el hartazgo, la indignación de saberse excluidos de cualquier debate que les permita construir su futuro.

De forma simbólica han tomado, disculpen, han recuperado las plazas como lugar abierto a la reflexión comunal, a la discusión, a la generación de propuestas de cambio. Reclaman su derecho a escribir su propia historia, a un espacio público en vías de extinción, a la participación política entendida como arte, como proceso creativo y no como mero producto de consumo en el que uno se limita a comprar cada cuatro años programas políticos diseñados sin preguntarle.

Se nos bombardea con interrogantes: ¿Quién lo organiza? ¿Con qué intención? ¿Qué medidas concretas proponen? ¿Qué sistema alternativo abanderan? Aquí la falta de respuestas no es síntoma de fragilidad, de debilidad, más bien evidencia lo desnortadas que andan las preguntas. Se buscan precedentes, comparaciones históricas, analogías contemporáneas en otras latitudes que apacigüen al menos en parte el desasosiego, la incertidumbre que generan.

Se trata de gente que recupera el viejo placer de encontrarse, algo difuminado en nuestras sociedades virtuales, de contarse, de expresarse, de escucharse, de pensarse, de inventarse.
Se trata, a fin de cuentas, de personas sin miedo a trazar caminos desconocidos, pues conocen adónde conducen los ya recorridos.


                                                                                                     

2 comentarios:

  1. Me he permitido el lujo (siempre desde el respeto hacia el autor) de incluir en tu publicacion una fotografía que ilustra a cierto modo las palabras que arriba contiene, de la que fue, a mi parecer, una reunión muy enriquecedora y productiva.

    Pero ahora yo me hago una pregunta: ¿Y AHORA QUÉ? hemos dejado claro que estamos desconformes con el cauce tomado por nuestro sistemos politico, económico gubernamental... pero ahora, cual partida de ajedrez, toca hacer nuestro segundo movimiento, tan importante o más que el primero. Siempre a título personal, si acabamos con este movimiento estaremos dando la razon a los que piensan que esto es una mera rabieta, de gente con mucho tiempo libre y poca continuidad de pensamiento, que se levanta cuando escucha la palabra "libertad", pero vuelve a sentarse en cuanto percibe el más mero atisbo de indiferencia por parte del alto mando,que sólo quiere llamar la atención, pero que se deshincha pasado el tiempo necesario. Ayer escuchaba por la plaza "es el primer momento en mi vida que me siento orgulloso de ser español" para mí, personalmente lo és, porque hemos conseguido unirnos sin importar edades, estatus sociales, creencias, distancias.... en aras de un objetivo común. En nuestras manos está seguir sintiéndonos orgullosos de nosotros mismos y nuestros paisanos, continuándo, siempre de forma pacifica, con lo que está dejando de ser un ideal, para transformarse en una realidad, que si seguimos poniéndonos de puntillas, conseguiremos tocar con las manos.

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  2. Gracias por el comentario. En primer lugar decir que yo personalmente más que de ser español me siento orgulloso de ser, independientemente de la nacionalidad, de poder aportar mi granito de arena a este despertar largamente esperado. Es cierto que ha comenzado en España, pero podría haberlo hecho en cualquier otro lugar de Europa, pues compartimos el tener una población preparada, indignada y un contexto deficitario en valores democráticos.
    En cualquier caso, tienes toda la razón: ¿y ahora qué?. Los resultados de las elecciones de ayer eran previsibles, pero en mi opinión el objetivo de tomar las plazas lo trasciende. Se han generado las circunstancias propicias para que la gente comparta sus inquietudes al margen de partidos y otras instituciones políticas que han demostrado no ser capaces de articularlas en sus programas.
    …Continúa en la siguiente entrada.

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